
Después de la «burbuja» del verano, en teoría ya estamos instalados en un nuevo otoño caliente y a las puertas de una crisis económica provocada, entre otros, por el significativo aumento de los precios de la energía y la inflación. Una crisis anunciada desde hace meses, pero sin que seamos capaces de dilucidar, por el momento, ni su profundidad ni su alcance.

El trimestre pasado, a pesar de la guerra, el aumento de la inflación, la postura agresiva de los bancos centrales y los confinamientos en China, fueron pocos los economistas que pronosticaron una posible recesión. Con venideros vientos en contra aún más intensos, los temores de recesión están aumentando y la pregunta ya no es sobre la posibilidad de una recesión, sino sobre cuándo ocurrirá.

A principios de año esperábamos un crecimiento por encima de la tendencia y una desaceleración de la inflación a medida que todas las economías eliminaban las restricciones contra la COVID y disminuían las presiones temporales sobre los precios derivadas de la pandemia. La invasión rusa de Ucrania y las consiguientes sanciones a Rusia han alterado esta previsión.

La guerra ha hecho crítico contar con una sólida cadena de suministros, algo que se complica con los nuevos brotes de Covid en China y el seísmo de Japón

Desde que los países desarrollados relajaron las restricciones de confinamiento, los datos económicos se han recuperado con fuerza. Pero es difícil evaluar el progreso de esta recuperación. Hay división de opiniones y lo cierto es que la evolución de la pandemia y la respuesta de los gobiernos generan mucha incertidumbre.

El brote de COVID-19 ha provocado que los líderes mundiales se enfrenten a la difícil decisión de velar por las personas o por el crecimiento económico. Aunque algunos políticos se mostraban reacios a reconocer que la primera era la única opción socialmente aceptable, ahora se enfrentan a una crisis económica mundial sin precedentes.

Los principales índices disminuyeron por primera vez en tres semanas, ya que los mercados se vieron sacudidos por la intensa volatilidad del mercado de futuros de petróleo. Sin embargo, las pérdidas fueron relativamente leves, con el Dow Jones Industrial Average cayendo un 1,3% y el Nasdaq Composite disminuyendo sólo un 0,2%. No obstante, el Russell 2000 ganó un 0,3%.

Estos días están siendo apabullantes, a todos los niveles. En lo que a mercados financieros se refiere, se amontonan datos que merecen comentario y se baten récords (de indicadores macro, de estímulos anunciados o de comportamiento de muchos activos) que quisiéramos compartir con ustedes para resaltar hasta qué punto estamos viviendo una situación que no tiene precedentes. Debemos contenernos, para no contribuir a los excesos con comunicados (aún) más largos de lo que ya son (los escritos por el abajo firmante, cuanto menos, aprovecho la ocasión para pedir disculpas).

El mercado bursátil alcanzó nuevas cotas durante la semana pasada, en parte porque el miedo por el coronavirus se ha desvanecido y también gracias al desastre en las primarias del Partido Demócrata. El Nasdaq Composite lideró las subidas con un aumento del 4,0%, seguido por el S&P 500 (+3,2%), el Dow Jones Industrial Average (+3,0%) y el Russell 2000 (+2,7%).

La guerra comercial global provocó en 2019 un fuerte choque de incertidumbre que afectó el crecimiento y supuso un enorme cambio hacia políticas monetarias más conservadoras. Las perspectivas parecen más alentadoras ahora que Estados Unidos y China han firmado un acuerdo comercial preliminar, y creemos que el crecimiento global se acelerará en 2020.