
“Whatever it takes” (lo que sea necesario). Con estas palabras se podría definir la actuación del ya ex-presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, quien tiene la reputación de haber salvado el euro y de haber sido el primer presidente de la entidad que no ha subido los tipos ni una sola vez durante todo su mandato.
Doctor en economía por el MIT y con un marcado perfil técnico, el italiano comenzó su carrera profesional como profesor universitario, tras lo cual fue adquiriendo experiencia en altos cargos de entidades tanto privadas (Goldman Sachs y el Banco Mundial) como públicas (ministerio del Tesoro italiano, Banco Central de Italia) que le dieron el bagaje necesario para afrontar la presidencia del Banco Central Europeo.
Mario Draghi ha recibido el crédito de los mercados como el artífice de la salvación de la zona euro
Su acceso al BCE, en noviembre de 2011, no pudo ser más difícil. En plena crisis económica, su predecesor, Jean-Claude Trichet, había subido los tipos de interés hasta en dos ocasiones justo antes de abandonar su cargo. Draghi se enfrentaba a una Europa obsesionada con la austeridad y la inflación, pero decidió deshacer ambas subidas en las dos primeras reuniones al frente de la entidad.
Poco después, a mediados de 2012, llevó los tipos de interés de depósito hasta un inaudito 0%, en un intento desesperado de frenar la grave recesión que azotaba Europa, y especialmente países como Grecia, que en ese momento se encontraba con una prima de riesgo que rozaba los 3.000 puntos.
Así mismo, durante su mandato hizo un uso intensivo de los programas de compras de activos (QE) y de operaciones de refinanciación a largo plazo (LTRO), hasta el punto de que en la actualidad representan el 70% del balance del BCE.
Christine Lagarde deberá enfrentarse a un BCE dividido y a las reticencias de varios países a cambiar sus políticas fiscales
A medida que Draghi ha agotado los cartuchos que le brinda una política monetaria muy laxa, se hace más evidente la necesidad de que los estados europeos adopten políticas fiscales encaminadas a potenciar el crecimiento de la eurozona y logren alcanzar su objetivo de inflación, cercana pero inferior al 2%. Su sucesora, Christine Lagarde, hasta ahora presidenta del FMI, deberá enfrentarse a un BCE dividido –varios gobernadores de bancos centrales nacionales se opusieron al reinicio del QE del pasado septiembre– en la lucha por la recuperación de la economía europea.
El análisis de las medidas tomadas por Draghi durante estos ocho años permite estimar que aproximadamente el 25% del crecimiento en la actividad y el 40% del rebote en la inflación entre 2016 y 2018 son efecto directo de su política monetaria (según publicó el BCE en su boletín económico de febrero 2019), lo que explicaría en parte la depreciación del euro frente al dólar de casi un 20% durante este mismo periodo.
Aun así, más que los países, han sido los activos financieros los que se han visto más beneficiados por el QE. Por ejemplo, el bono italiano ha sido el mayor beneficiado (+77%) gracias a un QE interminable, mientras que el rendimiento de la renta variable no lograba equipararse al de nuestro homólogo estadounidense (121% vs 191% del S&P 500).