Uno de los pocos activos con ganancias en lo que va de año es el dólar. El billete verde ha alcanzado máximos de varias décadas frente a la mayoría de las monedas de los países más desarrollados y también frente a varias monedas emergentes. El dólar estadounidense ha sido excepcionalmente fuerte, y es difícil determinar qué podría cambiar a corto plazo para hacerlo bajar.

La Reserva Federal ha subido los tipos de forma más agresiva que otros grandes bancos centrales y, mientras la economía estadounidense sigue siendo relativamente resistente, la Fed tiene medios para seguir subiendo los tipos más y más rápido que otros grandes bancos centrales, lo que amplía la ventaja de los tipos de interés estadounidenses. Además, es probable que el euro siga siendo volátil y esté bajo presión hasta que veamos conversaciones de alto el fuego o señales de que Europa se ha asegurado suficientes suministros energéticos alternativos. Alemania ha anunciado recientemente la construcción de una quinta unidad flotante de regasificación que le permitirá importar más gas natural licuado de todo el mundo. Sin embargo, el retraso en la disponibilidad de nuevas capacidades hace que no se pueda evitar la presión económica a corto plazo de la crisis energética.

Es probable que el dólar empiece a debilitarse solo cuando se vislumbre más claramente el pico de los tipos de interés en EE. UU. o si empezamos a ver que la inflación baja significativamente, lo que sería un indicador de lo primero. De hecho, la Reserva Federal querrá ver pruebas de un enfriamiento de la inflación y del mercado laboral antes de señalar un giro en su política monetaria.

Por último, el dólar seguirá beneficiándose de su condición de refugio si las tensiones geopolíticas empeoran, ya sea por una escalada de la guerra en Ucrania o por el aumento de las fricciones entre Estados Unidos y China, o si seguimos viendo una gran volatilidad en los mercados. A estos niveles, el dólar parece muy caro, pero podría mantenerse fuerte durante un tiempo.