28 de Abril 2020
Planificación patrimonial: oportunidades en el entorno actual

En circunstancias excepcionales como las actuales, en las que prima superar la crisis sanitaria global, puede parecer un esfuerzo titánico visualizar el futuro, y más en relación con nuestro patrimonio. Pero existe, siempre existirá, y me atrevo a afirmar que será esperanzador y con grandes retos. En ese futuro, lo que sí es una certeza es que los impuestos estarán con nosotros.

Mercados convulsos, perspectivas económicas negativas a corto plazo e incerteza a medio, diversas opiniones sobre cuándo y cómo se estabilizará la economía. En primera línea nos encontramos con políticas monetarias generosas y políticas fiscales más cautelosas, flotadores innegociables.

Las políticas fiscales, aún con ciertos controles dentro de la UE, acechan con cierta libertad en los países, con diferentes grados de impacto si es que realmente lo tienen en algunos casos, para paliar la carga impositiva a corto con la buena intención de solventar, parcialmente, la falta de liquidez y dar soporte a la actividad empresarial. Dicho esto, si en algo es seguro que coincidirán a medio plazo la mayoría de los gobiernos será en que la política fiscal acabe revirtiendo; o lo que es lo mismo, será preciso entonces aumentar la presión fiscal para hacer frente al déficit pasado y al incremento ocasionado por esta situación coyuntural.

A nivel patrimonial individual, pérdidas latentes (o realizadas en casos de mayor temor) en inversiones financieras, seguramente sin demasiada preocupación por los impuestos, casi comprensible en el entorno actual. Pero ese podría ser un error, porque precisamente en entornos negativos reestructurar el patrimonio financiero con una perspectiva futura de optimización suele tener un impacto fiscal presente casi nulo. Es más, en función del caso y dentro de los límites legales, hasta podría ser conveniente aflorar pérdidas para utilizarlas fiscalmente a presente o futuro.

Si en algo es seguro que coincidirán a medio plazo la mayoría de los gobiernos es que será preciso aumentar la presión fiscal, para hacer frente al déficit pasado y al incremento ocasionado por esta situación coyuntural

En estos casos, no es el temor el que lleva a desprenderse de un activo, sino una decisión fruto de la reflexión y de visualizar las ventajas concretas. Además, y en función del instrumento jurídico alternativo que pueda ser utilizado para la posesión de los activos, es posible conservar el activo o similar para asegurar una optimización fiscal de la más que posible revalorización futura del activo.

Buscar una rentabilidad mínima futura igual, como mínimo, a la inflación, controlar los riesgos globales de una cartera o del patrimonio conjunto, pero sin olvidar que los impuestos esperan para gravar esa capacidad económica futura, que, sin duda, llegará. Son ciclos, ya se han vivido antes y aunque los motivos puedan no ser coincidentes, la reversión acaba siendo irreversible.

Es justo, dicho sea de paso, gravar impositivamente la generación de riqueza para que sea distribuida de manera equitativa, como no puede ser de otra manera, pero con la cautela precisa de que, como decía John Maynard Keynes, “evitar los impuestos es el único esfuerzo intelectual que tiene recompensa”. No se trata de esquivar las obligaciones, sino de planificar con el apoyo profesional adecuado —y dentro de los límites normativos— cómo optimizar la fiscalidad de esa riqueza futura. Planificar hoy pero también revisar continuamente, porque lo que hoy vale, mañana quizás no. Con las figuras impositivas los cambios son constantes, es una característica inherente al propio propósito de su existencia: la adaptación al entorno y a las necesidades. Es por ello que la planificación correcta requiere de un ejercicio constante.

No se trata de esquivar las obligaciones, sino de planificar con el apoyo profesional adecuado —y dentro de los límites normativos— cómo optimizar la fiscalidad de la riqueza futura

Cuando las pérdidas nos rodean, parece que la soledad nos acompaña; en cambio, cuando los beneficios nos visitan, nos sobran “amigos” para compartirlos, y los impuestos nunca se olvidan de acudir a la fiesta en época de bonanza. Es un principio equitativo, si bien en ocasiones afloran sentimientos contrapuestos cuando recordamos la “soledad” que sentíamos cuando no íbamos tan bien.

Por ello es de justicia prever y es importante analizar la situación actual pensando en la futura. Siempre existen oportunidades a explorar con la finalidad de optimizar una futura carga fiscal.

Y me aventuraría a aseverar que la planificación patrimonial, financiera y fiscal estaría en el 20% del principio de Pareto —recuerden, aquel que me da el 80% de los beneficios

David Bescós
Director de Planificación Patrimonial del Grupo Crèdit Andorrà

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