
El Banco Central Europeo (BCE) inicia el segundo trimestre del año con una reducción del volumen de compras mensuales, que pasa de 80 a 60 billones de euros. Muchos lo han interpretado como el inicio del tapering (gradual retirada de la política monetaria expansiva), aunque su presidente, Mario Draghi, se esforzó para explicar que, si bien es cierto que los riesgos económicos para la zona euro están comenzando a retroceder, las medidas de estímulo monetario deberían continuar.
Resulta incontestable que al alejarse el fantasma de la deflación, se abre la posibilidad de que suban los tipos de facilidad de depósito (que actualmente están en el -0,40%), lo que perjudica a los beneficios de la banca, incluso antes de que finalicen las compras mensuales que ayudan a mantener los tipos bajos. De esta manera, podría coexistir un aumento de tipos con la continuidad del programa de compras, que se alargaría para asegurar los datos positivos de crecimiento pero con un volumen mensual cada vez más reducido.
El aumento de los tipos de 25 puntos básicos por la Fed el 15 de marzo pasado amplió el diferencial de tasas de interés con otros bancos centrales que aún no han tomado la decisión. Efectivamente, la Reserva Federal en EE. UU. no sorprendió y subió el tipo oficial hasta el 1% y mantiene su hoja de ruta de subidas graduales.
Los bancos centrales lanzan mensajes de prudencia en sus actuaciones, pues si reducen su balance de forma abrupta sería un QE inverso
El Banco de Japón (BoJ) mantiene inalterado su programa de flexibilización monetaria sin precedentes, con una tasa de interés principal del -0,1% y un objetivo de tipos a 10 años de los bonos del gobierno a niveles aproximados del 0%. El BoJ mantiene además el ritmo de compras de activos sin cambios. Eso sí, más de la mitad de los economistas que siguen al BoJ pronostican que comenzará a disminuir sus compras en el próximo año.
En porcentaje del PIB, el balance de los tres grandes bancos centrales significa un 25% en EE. UU., 33% en la zona euro o cerca del 100% en Japón. Si las decisiones de política monetaria están alcanzando sus límites para que la economía crezca, será necesario actuar desde el punto de vista fiscal o el de las reformas. Con estas magnitudes, por ejemplo, se calcula que del balance de la Fed vencen 1.200 billones hasta el año 2020, y si la Fed deja de reinvertir cupones y el principal, se podría producir un QE inverso con un volumen de cerca de 25.000 M/mes. Como vemos, los bancos centrales deberán planificar correctamente la estrategia de abandono de los programas de flexibilidad cuantitativa para que no cause un efecto no deseado sobre la economía.
A mediados de 2016, el 72% de los bonos del índice Bloomberg Eurozone Sovereign Bond presentaban una TIR por debajo de cero. En el inicio del segundo trimestre de 2017, el peso se ha reducido hasta el 34%. ¿Seguirá la tendencia? El principal riesgo para el precio de los activos de renta fija sería un rápido aumento de los tipos de interés. ¿Qué variables principales debemos seguir?
Puede que se admita que la política monetaria ha sido extremadamente expansiva (hasta el punto de ser contraproducente en términos de efectos secundarios negativos para los bancos y el crecimiento), y por tanto, los principales Bancos Centrales inicien la retirada de los programas de compras de activos que han permitido mantener los precios de los bonos artificialmente. La colocación de nuevas emisiones de bonos y un mayor endeudamiento elevan también las rentabilidades, una reducción de la demanda por los activos refugio si disminuyen los riesgos que han contribuido a alimentarla, o un aumento de la inflación que impulse los tipos reales. Parece un buen momento para recordar que el término fija de la renta fija se refiere a la renta (el pago de los cupones y del nominal a vencimiento) y no al precio (que está sujeto a las variaciones del mercado).
(Artículo incluido en la edición del Informe trimestral de mercados, marzo 2017)