
Los últimos datos prospectivos apuntan a un aumento de los riesgos a la baja para el crecimiento en la zona euro. La fuerte desaceleración del PMI compuesto de la zona euro refleja el empeoramiento de las tensiones entre Europa y Rusia por el suministro de gas natural, que pesa sobre la confianza empresarial y el impacto de la alta inflación y la interrupción de las cadenas de suministro.
El índice general cayó a 52 en junio desde 54,8 en mayo. Cifras que estuvieron por debajo de la estimación media de los economistas, de 54,0. La confianza del consumidor en la zona euro también se ha reducido a medida que los hogares se preocupan más por un posible corte de energía ruso y el impacto de la inflación sobre su renta disponible.
Rusia recortó la capacidad a través del oleoducto principal a Alemania en un 60% en junio sin establecer suministros a través de otras rutas y la Agencia Internacional de la Energía ha advertido que Rusia podría cerrar por completo los grifos durante el invierno, lo que provocaría un shock recesivo donde Alemania se vería especialmente afectada.
La creciente brecha entre la situación actual de los consumidores y sus expectativas de futuro aumenta el riesgo de recesión
Ya existe el temor de que el oleoducto Nord Stream no vuelva a abrir tras su mantenimiento programado (del 11 al 21 de julio) y los inventarios en los países europeos están en niveles muy bajos. Finalmente, las turbulencias financieras y los problemas económicos europeos han acentuado la caída del euro frente al dólar y han aumentado la factura energética que se paga en dólares.
De hecho, la inflación de la zona euro se disparó a un nuevo máximo superando las expectativas y exigiendo medidas más agresivas por parte del Banco Central Europeo (BCE) a pesar de las crecientes señales de desaceleración. El BCE planea subir las tasas de interés en julio por primera vez en más de una década. Como siempre, los bancos centrales se enfrentan a un difícil acto de equilibrio. La perspectiva de tasas de interés al alza amenaza con exprimir aún más a los consumidores y podría poner en duda la sostenibilidad de la deuda periférica.
En los EE. UU., la situación no es mucho más prometedora. Los precios al consumidor subieron al 8,6% y marcaron un nuevo máximo de 40 años, mientras que la confianza de los consumidores cayó a un mínimo de 16 meses. Además, el deterioro de la confianza del consumidor estadounidense en junio aumenta la probabilidad de que los temores de una recesión se hagan realidad.
Rusia podría cerrar el grifo en invierno, lo que provocaría un ‘shock’ recesivo
La creciente brecha entre la situación actual de los consumidores y sus expectativas de futuro aumenta el riesgo de recesión. La progresiva preocupación por la posibilidad de una recesión económica podría influir cada vez más en el comportamiento de los consumidores, lo que produciría una espiral descendente de caída del sentimiento y debilitamiento de la demanda.
El aumento de los rendimientos de los bonos de EE. UU. ha provocado que las tasas hipotecarias alcancen niveles no vistos en varios años, lo que afecta la asequibilidad para los compradores primerizos, ralentiza las ventas de viviendas y daña aún más la confianza del consumidor.
En su última reunión, el presidente de la Fed, Jerome Powell, mantuvo que restaurar la estabilidad de precios era “incondicional”, lo que elimina cualquier duda sobre la prioridad clave de la autoridad monetaria, incluso si ello significa sacrificar la recuperación económica. Powell llegó a decir que el camino para lograr el llamado aterrizaje suave se ha vuelto más desafiante, sobre todo por el importante papel que desempeñarán factores externos.
Los bancos centrales de todo el mundo han señalado su voluntad de combatir la inflación a toda costa, incluso si eso significa poner en peligro el crecimiento económico. Para que no ocurra una recesión, probablemente tendríamos que ver una fuerte retrocesión en los datos de inflación o un final abrupto de la guerra rusa, ambos posibles pero no altamente probables.