
El sector manufacturero de los Estados Unidos continúa desacelerándose y el indicador manufacturero ISM cae desde un máximo de 61 en agosto de 2018 a un mínimo de 49, lo que indica contracción. Este es el nivel más bajo desde enero de 2016, cuando llegó a un mínimo tras las crisis del dólar y el petróleo y los temores del mercado respecto a China.
No obstante, los datos del mercado inmobiliario continúan siendo sólidos y las ventas minoristas y otros indicadores de gasto del consumidor siguen sorprendiendo al alza, lo que subraya la fortaleza de la economía doméstica. Además, si bien el crecimiento del empleo se ha desacelerado y la incorporación de nóminas ha disminuido de un promedio de 200.000 a uno de 150.000 en los últimos seis meses, la tasa de desempleo del 3,7% permanece cerca de su mínimo cíclico del 3,6%.
En la zona euro el patrón es muy similar, ya que el PIB se ha desacelerado y la economía se divide entre una demanda externa débil (que afecta sobre todo al sector manufacturero) y una demanda interna sólida. Sin embargo, los riesgos continúan siendo mayores en la zona euro que en los EE. UU., ya que el brexit, las tensiones renovadas con respecto al presupuesto italiano y la posible aplicación de aranceles estadounidenses a los automóviles producidos en la UE podrían empeorar las perspectivas económicas.
Entonces, ¿cómo creemos que va a desarrollarse la situación en el futuro a medida que nos acerquemos a las elecciones presidenciales de los EE. UU.? Por un lado, Trump continuará luchando contra un comercio injusto, ya que recibe el apoyo de ambos partidos. Esto, a su vez, probablemente evitará que llegue a un acuerdo a corto plazo si implica dar la ventaja a China. Por otro lado, Trump también debe estar muy atento a la repercusión de sus acciones sobre el crecimiento económico.
Como señaló Deutsche Bank en uno de sus informes, en general se acepta que la economía es uno de los factores clave (y quizás el más importante) que determinan el resultado de las elecciones presidenciales. Además, las percepciones de los votantes sobre la dirección de la economía son más importantes que su estado real. Esto explica las persistentes críticas de Trump a la política monetaria de la Reserva Federal y es la razón por la que presiona al banco central para que reduzca aún más los tipos de interés. Al mismo tiempo, esto también podría resultar contraproducente, ya que la Fed actuará para no poner en duda su independencia.
El comportamiento del mercado de valores también ha sido un factor importante para determinar la intensidad de las hostilidades entre los EE. UU. y China. Cuando el mercado se acerca a sus máximos, un tuit de Trump sobre el comercio provoca una corrección. Seguidamente, vienen los comentarios de la administración Trump para reducir las tensiones. Y luego, a medida que los mercados se recuperan, vuelta a empezar. Este juego deberá terminar en algún momento, ya que, con el paso del tiempo, la incertidumbre del resultado final afectará al gasto corporativo y pronto los consumidores verán las consecuencias de los aranceles en forma de unos precios más altos.
Por lo tanto, la economía global continúa dependiendo altamente de los tuits de Trump y de las medidas de la Fed derivadas de estos. La probabilidad de un acuerdo en la guerra comercial entre los EE. UU. y China parece todavía muy lejana, ya que ambas partes son reacias a ceder terreno en sus objetivos. Sin embargo, a medida que nos acerquemos al día de las elecciones, Trump deberá capitular sobre su política comercial para contrarrestar la desaceleración. Por lo tanto, un alto el fuego prolongado sigue siendo el resultado más probable y beneficioso para la economía.