
El consenso espera un crecimiento global robusto, una inflación modesta y unos tipos oficiales bajos para 2018. El riesgo principal de este entorno macro de cuento de hadas, en nuestra opinión, es un aumento de la inflación que obligaría a los mercados a descontar un ritmo más rápido en la normalización de las políticas monetarias.
La economía mundial está experimentando la expansión sincronizada más amplia en más de una década, pues tanto los países desarrollados como los emergentes siguen ganando fuerza. Aunque puede haber una pausa en el momentum, es difícil ver qué podría hacer descarrilar la economía, al menos en el corto plazo. Mirando las economías desarrolladas, por primera vez la eurozona ha crecido mucho más rápido de lo esperado en 2017 y los PMI apuntan a una robustez continuada. Las economías que han tenido peor comportamiento, como Francia e Italia, ven como sus tasas de crecimiento están alcanzando a las del resto de la región, mientras Alemania sigue líder.
Aunque los EE. UU. están en una fase mucho más tardía del ciclo, el crecimiento en 2017 también fue mucho mayor de lo esperado, pues la economía se benefició de la recuperación global, unas condiciones financieras favorables continuadas, un dólar más débil, una inflación y un crecimiento de los salarios moderados a pesar de un mercado laboral tensionado. En Japón, la mayor sorpresa ha sido la fuerte recuperación en gasto en inversión empresarial. En realidad, el principal tema detrás del crecimiento global continuado en 2018 es la mejora en capex.
El hecho de que el último año no tuviera vientos en contra ha permitido el regreso de la confianza empresarial. En efecto, las empresas habían estado retrasando los proyectos de inversión en los últimos años a causa de la alta volatilidad en la economía global. Además, la inversión podría ser especialmente fuerte en los EE. UU. donde la reforma fiscal proporciona un incentivo inmediato para disparar el gasto en inversión.
En relación a los mercados emergentes, China seguirá desacelerándose a medida que el gobierno se centre más en controlar la deuda pública y las reformas estructurales. No obstante, el crecimiento en los mercados emergentes se ha diversificado y es menos dependiente de China, beneficiándose del fuerte crecimiento en el resto del mundo. Además, las reformas estructurales han hecho que sus economías sean más inmunes a un dólar más fuerte y unos tipos de interés más altos. Finalmente, el aumento en los precios de las materias primas ha proporcionado un viento de cola, especialmente en Latinoamérica.
Qué podría hacer descarrilar esta perspectiva positiva?
En 2017 el aumento del populismo fue probablemente el mayor riesgo en la mente de los inversores. No obstante, los sucesos políticos durante el próximo año no parece que vayan a causar nada parecido a los miedos existenciales generados por las elecciones francesas de 2017. La economía italiana, como ya hemos dicho, está en camino de recuperarse, lo que debería hacer que los partidos anti-sistema ya no ganen tracción. Además, el nuevo sistema electoral favorece las coaliciones, lo que resulta particularmente perjudicial para el partido populista Cinco Estrellas. En Europa, el Reino Unido posiblemente siga rezagado mientras se alargan las negociaciones del Brexit y las posibilidades de nuevas elecciones aumentan. La incertidumbre que sigue reinando tendrá un impacto negativo en la economía, pero debería limitarse al Reino Unido.
Pensamos que el principal viento en contra acechando en la sombra es la inflación.
En nuestra opinión, el principal viento en contra que acecha en la sombra es la inflación. Las presiones inflacionarias han permanecido bajo control a pesar del fuerte crecimiento y del mercado laboral tensionado en muchos países como los EE. UU. y Alemania. No obstante, suele haber un decalaje de 6 trimestres entre el crecimiento del PIB y la inflación, así que el crecimiento más fuerte que empezó en la segunda mitad de 2016 pronto debería empezar a tener impacto sobre la inflación. Un marcado aumento de la inflación podría sorprender a los mercados y llevarlos a anticipar una normalización más rápida de las políticas monetarias, lo que presionaría al alza los tipos a largo plazo, repercutiendo a su vez en el crecimiento global.