
La inteligencia artificial ha dejado de ser ciencia ficción para colarse en nuestras vidas y se prevé que protagonice una revolución equiparable a la que en su día generó Internet.
Sin ser conscientes de ello, la IA se ha integrado en nuestra cotidianidad para hacer que nuestra vida sea más fácil: desde el reconocimiento facial de los móviles hasta los asistentes virtuales de voz, como Siri o Alexa, pasando por el control que ejerce Amazon sobre nuestros hábitos de navegación para ofrecernos productos que nos gustaría comprar o incluso Google, cuando decide qué resultados debe proporcionarnos según nuestra actividad de búsqueda.
La clave son los datos y el tratamiento que se hace de ellos mediante proyectos de ‘big data’
Sin embargo, ¿qué es la inteligencia artificial? Se podría definir como el conjunto de tecnologías basadas en algoritmos que permiten que las máquinas analicen, comprendan, actúen y aprendan. La comprensión se alcanza recopilando y analizando datos de varias fuentes que permiten realizar proyecciones de futuro a corto y largo plazo con una gran fiabilidad. El aprendizaje se produce cuando se generan nuevos algoritmos creados artificialmente a partir de algoritmos pensados por humanos que pueden ofrecer nuevas predicciones o hacer que las existentes sean más precisas.
En este sentido, la clave son los datos y el tratamiento que se hace de ellos mediante proyectos de big data. Se procesan grandes volúmenes de datos de múltiples fuentes (personales, comportamentales…) o incluso los obtenidos de sensores integrados en todo tipo de dispositivos –el internet de las cosas– para aplicarse posteriormente a cualquier disciplina. Los asistentes virtuales pronto nos van a sugerir productos, restaurantes u hoteles, o nos darán un diagnóstico médico a partir del análisis de los síntomas.
El sector financiero también se ha iniciado en la aplicación de tecnologías inteligentes. Por un lado, para garantizar una experiencia de cliente cada vez más personalizada (ofertas precisas según el perfil, atención mediante chatbots y asistentes por voz, e integración de la biometría en las aplicaciones, con roboadvisors como asesores) y, por el otro, para mejorar los procesos internos a favor de la eficiencia del negocio, mediante la implementación de nuevas medidas contra el fraude, la mejora de los criterios de concesión de créditos…
Ética y confianza
Queda claro que la inteligencia artificial conlleva beneficios significativos para los usuarios, los negocios y las economías. Sin embargo, su vertiginosa irrupción en la sociedad ha llevado a organismos e instituciones a plantearse la necesidad de crear una normativa para regular su uso y garantizar una IA ética.
Como en cualquier otra tecnología, la confianza en los sistemas de IA depende de si los propios sistemas pueden operar de forma fiable, segura y consistente. Por tanto, es necesario que dichos sistemas cuenten con las protecciones adecuadas de privacidad y seguridad. Debemos ser conscientes del tipo de información que se recopila acerca de las personas –y, sobre todo, si eso es correcto– y qué niveles de privacidad podemos esperar.
¿Más robots, menos humanos?
La IA también cambiará el modelo de fuerza de trabajo y, por este motivo, es preciso que las empresas acompañen el desarrollo de los empleados en nuevas capacidades. A lo largo de la historia, unas ocupaciones han desplazado otras, pero los cambios que hasta hoy se producían en décadas ahora están sucediendo rápidamente. ¿Seremos capaces de crear nuevos puestos de trabajo al mismo ritmo que otros desaparecerán? ¿Todo el mundo sabrá adaptarse a la nueva realidad?
En un mundo cambiante, la adaptación y la formación serán claves para la carrera profesional de las personas
Hay varios posicionamientos sobre esta cuestión, pero, pensando en positivo, podemos creer que el incremento de la productividad fruto de la automatización debería transformarse en crecimiento económico y en salarios y consumo al alza, contando con el impulso de una inversión en infraestructuras sostenida que podría generar una demanda que neutralizaría el desplazamiento de puestos de trabajo.
En lo que se refiere a los humanos, deberemos tomar conciencia de que, en un mundo cambiante, la adaptación y la formación serán claves para la carrera profesional de las personas. Por supuesto, el modelo educativo deberá adaptarse a ello para potenciar entre las nuevas generaciones habilidades sociales, emocionales, creativas, de trabajo en equipo…
Los avances en las tecnologías digitales no se detendrán. Todavía no sabemos cómo será la realidad con una fuerza laboral basada en IA y modelos cognitivos, pero está cada vez más claro que entre todos necesitaremos construir un nuevo modelo de sociedad.