El agresivo paquete de estímulos de China durante la crisis financiera evitó una recesión económica, pero dejó al país con una deuda creciente. Pequín se ha comprometido a reequilibrar su economía, reduciendo la dependencia excesiva en inversiones ineficientes y aumentándola en la demanda del consumidor, para reducir el crecimiento de la deuda sin desacelerar la economía con demasiada rapidez, pero se prevé que la relación deuda/PIB se estabilice este año en el 260%.
El año 2018 ha sido todo un reto. Las tensiones comerciales, un rebote repentino del dólar y la normalización monetaria pasaron factura a los mercados emergentes. En el corto plazo la presión continuará, pero una reversión a la media es probable, sobre todo cuando se disipen las incertidumbres políticas.