27 de Abril 2022
Inflación

Tiempos extraños los que nos tocan vivir. Justo cuando parece que salimos de una pandemia global, asistimos atónitos a la invasión de Ucrania. Al margen de la obvia repulsa a la violencia, y lamentando profundamente el infortunio al que se somete a la población, en lo que a mercados financieros se refiere, que es lo que nos ocupa en estos textos, dice el manual que debiéramos relativizar su importancia. Los inversores suelen pasar página rápidamente en lo que a eventos geopolíticos se refiere —cuesta encontrar en el pasado eventos de esta índole que causaran caídas abultadas, en tiempo o en cuantía—.

Esta vez, sin embargo, creemos que las turbulencias serán más duraderas. No tanto porque la agresión rusa no tenga consecuencias a largo plazo, que las tiene. Parece que volvemos otra vez a la economía de bloques, al gasto armamentístico disparado, y se acentúa la involución de la globalización, que tantos beneficios nos ha dado estas últimas décadas. Pero lo anterior no es incompatible con buenos retornos en los activos financieros, como atestiguan diversos períodos entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la caída del muro de Berlín. No olvidemos tampoco que el punto de partida, a nivel macro, era excelente, con las tasas de paro en mínimos y muchas ganas de salir de casa y gastar lo ahorrado en la pandemia.

El problema reside en que la invasión añade gasolina a un incendio previo, en forma de inflaciones disparadas, a las que los bancos centrales quisieron quitar importancia durante demasiado tiempo. Tanto Ucrania como Rusia son productores clave de una larga lista de materias primas, siendo el trigo y el petróleo las más obvias. El crudo a triple dígito, junto con la dependencia del gas natural ruso del viejo continente, llegan justo cuando la inflación en casi todo el planeta llegaba a niveles no vistos en décadas. Por si fuera poco, los chinos atajan los brotes de ómicron a base de drásticos confinamientos, que interrumpen (aún más) las lesionadas cadenas de distribución global. Más inflación.

La inflación es un destructor de ahorro, y por lo tanto no invertir no parece para nada una solución inteligente

Los bancos centrales abordan ahora una difícil misión: retirar estímulos a todas luces excesivos sin desacelerar en demasía la economía. Los precedentes no invitan al optimismo. Solo lo han conseguido tres veces desde 1945, y en ninguna de las tres se batallaba contra inflaciones elevadas. No pueden fiar su suerte al final de la guerra ni al de los rebrotes de la pandemia en China —ambas cosas pasarán, pero restablecer la normalidad será lento, y quedarán las sanciones contra Rusia—. Por si fuera poco, la economía puede demostrarse menos robusta, en tanto que las subidas de precios son de amplio espectro y se comen la renta disponible de los ciudadanos.

De todo lo anterior, lo más probable es que la retirada de liquidez de los bancos centrales ocasione un incremento de la volatilidad en los mercados. No tiene nada de malo, sobre todo para el inversor de largo plazo con carteras que permitan aprovechar mejores precios —volatilidad, con paciencia, es oportunidad—. Sean cuales sean los derroteros más inmediatos, vendrán tiempos mejores. Y no podemos olvidar que la inflación es un destructor de ahorro, y por lo tanto no invertir no parece para nada una solución inteligente.

David Macià, CFA®
Director de Inversiones y Estrategia de Mercados de Crèdit Andorrà Asset Management

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