
Desde principios de abril, el yen ha aumentado más del 4% por la búsqueda de seguridad por parte de los inversores en la moneda asiática, en medio del aumento de las tensiones entre Estados Unidos y China, la preocupación por la ralentización de la economía y las TIR globales más bajas. Esto contrasta con la segunda mitad del año pasado, en que existían los mismos factores de miedo, pero el yen se depreció.
Al mismo tiempo, la Fed había emprendido la trayectoria de alzas graduales de tipos de interés y el Banco de Japón había anunciado que los tipos se mantendrían extremadamente bajos durante un largo periodo de tiempo. Como consecuencia, el carry trade con yenes ganó en atractivo. La estrategia consiste en obtener un préstamo en yenes a un interés bajo y adquirir dólares, de mayor rendimiento, y conseguir así un beneficio de bajo riesgo. Esta práctica se ha extendido de manera acentuada y explica por qué hay destacadas posiciones largas en el dólar y posiciones cortas en el yen. Sin embargo, el yen tiende normalmente a aumentar en momentos de incerteza económica global, tal como sucedió después de la crisis financiera o en 2016.
Por otro lado, actualmente, las expectativas del mercado en cuanto al recorte de tipos de la Fed y el miedo a un desplome económico han provocado la caída del 0,60% de la TIR a 10 años del Tesoro de Estados Unidos, mientras su equivalente japonés se ha mantenido estable. En consecuencia, los activos japoneses se han vuelto relativamente más atractivos, lo cual ha potenciado al yen.
Además, las considerables posiciones cortas del yen que hemos mencionado podrían actuar de amplificador: a medida que el yen se aprecia, los inversores se verán obligados a deshacer sus posiciones en cuanto al carry trade, ya que necesitarán más dólares para devolver los yenes en préstamo. Por este motivo, pensamos que el yen es uno de los pocos activos que seguirán funcionando de cojín si los mercados corrigen, por lo que aprovecharíamos cualquier debilidad para aumentar nuestra posición.