12 de Octubre 2018
Emergentes

A veces, la tendencia a generalizar da lugar a graves errores de percepción (en los mercados financieros es algo muy frecuente y acostumbra a equivaler a muy buenas oportunidades de inversión). Este año, los emergentes están sufriendo mucho, pero la etiqueta emergente la reciben países que son muy diferentes entre ellos.

Venezuela, Brasil, Turquía o Argentina copan titulares, pero no son representativos. Venezuela es un despropósito mayúsculo. A pesar de ser un país con enormes reservas de petróleo, no tiene con qué explotarlas (no tiene ni con qué abastecer a los supermercados para que la gente pueda comer). La espantosa gestión económica –ha caído en el recurso fácil de financiar el déficit, que supera el 30% del PIB, a base de imprimir moneda, entre otras medidas poco juiciosas– ha elevado la inflación hasta niveles desorbitados (el FMI calcula que este año estará por encima del millón por ciento). Tuvo que suspenderse un concurso televisivo porque el premio, que equivalía a cien mil dólares en enero, ya no valía ni diez centavos en agosto.

Brasil sufre una de las peores recesiones de su historia y este octubre debe elegir si lo gobierna la extrema derecha (Bolsonaro hace que Trump parezca un angelito, como mínimo en lo relativo a declaraciones polémicas) o el populismo de izquierdas, encabezado por un representante de Lula (encarcelado por corrupción). En Turquía, Erdogan tiene amenazado a su banco central y ha colocado a su yerno de ministro de Finanzas mientras la inflación se dispara y la libra turca se desploma. Y en Argentina, Macri intenta seguir el guión del FMI –ha subido los impuestos y se han elevado los tipos hasta el 60% para intentar contener la inflación–, pero ha heredado de los Kirschner un desenfreno económico tan grande que arreglarlo le costará Dios y ayuda.

Tal como decíamos, los casos anteriores, ya heterogéneos de por sí, son extremos y no representan al grupo. Lo que sí tienen en común todos los países, emergentes o no, es que compiten entre ellos por los capitales con los que financian sus proyectos, tanto privados como públicos. A medida que Estados Unidos va subiendo los tipos de interés y/o el dólar se aprecia, los americanos se convierten en una enorme aspiradora de capitales (los inversores se sienten muy tentados a deshacer inversiones en otros lugares y llevarlas hacia allí). Los capitales, pues, se sorben y dejan al desnudo las miserias de algunos, pero también las fortalezas de otros. A diferencia de crisis anteriores, muchos países emergentes tienen bancos centrales independientes y amplias reservas en divisa extranjera, y mantienen niveles de deuda muy saneados, en su mayoría denominados en su propia divisa, que además dejan flotar libremente (en el pasado habían emitido mucha deuda en dólares y tenían su moneda ligada al dólar, lo que resultaba un suicidio económico cuando las cosas se torcían). La Fed va agotando las subidas de tipos (no creemos que pasen del 3%, desde el 2,25% actual) y pensamos que el dólar recoge ya el mejor escenario y que no debería apreciarse mucho más. Creemos que la guerra comercial de Trump es un acto propagandístico de cara a las elecciones de noviembre, por lo que debería desvanecerse una vez superadas y mitigar los temores de los inversores.

Todo lleva a pensar que los factores que más lesionan los activos emergentes dejarán de ser un lastre en los próximos meses. Así pues, dejarán de ser las oportunidades que son hoy. Con paciencia, separando el grano de la paja, y siempre muy gradualmente, creemos que no deben dejarse escapar.

Artículo publicado en catalán en la edición del “Diari d'Andorra” el jueves 11 de octubre de 2018.

David Macià, CFA®
Director de Inversiones y Estrategia de Mercados de Crèdit Andorrà Asset Management

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