18 de Octubre 2018
El final de la flexibilización cuantitativa

 

Este mes de septiembre se cumplía el décimo aniversario de la caída de Lehman Brothers, que significó el inicio de la peor crisis financiera global de las últimas décadas. El hiperendeudamiento no pudo aguantar más al modelo económico existente y los bancos centrales, en una acción coordinada, tuvieron que salir al rescate aplicando políticas no convencionales (conocidas como Quantitative Easing) basadas en programas de compras de activos, que facilitaban la inyección de liquidez en el mercado con el objetivo de reactivar el flujo de crédito a la economía, y manteniendo artificialmente los tipos de interés bajos.

En este momento en que parece que se van superando la última crisis financiera y la depresión económica posterior, y con la economía mundial en expansión (en su última publicación del World Economic Outlook, el FMI espera un crecimiento a escala global del 3,9% tanto para el año 2018 como para el 2019), los principales bancos centrales empiezan a prepararse para deshacer su balance e iniciar el camino hacia la normalización de la política monetaria. Es lo que se denomina ajuste cuantitativo (Quantitative Tightening) y es, por tanto, el proceso de reversión del Quantitative Easing. Así, la Reserva Federal empezó este proceso en noviembre de 2017 y ya ha reducido el balance en 237.900 millones de dólares. El Banco Central Europeo reducirá el ritmo mensual de las compras netas de activos a 15.000 millones de euros hasta el final de diciembre de 2018 y prevé su cese a partir de entonces.

El aumento de los tipos en Estados Unidos y la apreciación del dólar han influido en la cotización de los bonos emergentes

 

En el período de los diez años comprendidos entre 2008 y 2017, de acuerdo con los datos de Bloomberg, el conjunto de los bancos centrales han multiplicado más de tres veces su balance, lo que ha significado una inyección de 14.245.600 millones de dólares. Esta política expansiva, que ha inundado de liquidez el mercado, ha ayudado sin duda a un aumento del precio de los activos y, además, ha posibilitado el llamado efecto cartera, por el que las compras por parte de los bancos centrales de activos de menor riesgo (bonos del gobierno, crédito IG, covered bonds) han empujado a los inversores a adquirir bonos de mayor riesgo, ya sea por la falta de bonos en este segmento o por la búsqueda de una mayor rentabilidad. Es lógico que los inversores estén preocupados por intentar saber qué pasará cuando se drene toda esa liquidez y los tipos de interés empiecen a subir, ya que existe el riesgo de que este camino de reversión provoque una caída en los precios de los activos.

En este momento es especialmente necesario que los bancos centrales midan correctamente los diferentes factores de riesgo en los ámbitos macroeconómico (especialmente las previsiones de inflación), financiero y geopolítico para que la normalización monetaria se pueda llevar a cabo minimizando los sobresaltos. De hecho, los mercados también están siendo más volátiles este año en comparación con 2017. La guerra de tarifas o la crisis turca tienen mucho que ver, pero el QT seguramente también, ya que el aumento de los rendimientos de los bonos del gobierno de Estados Unidos y la apreciación del dólar han influido en la cotización de los bonos emergentes, por ejemplo.

Ante este escenario, ¿quiénes pueden ser los grandes ganadores? Pues los inversores en mercados monetarios, que podrán invertir a unos tipos más interesantes. Un ejemplo: las letras del tesoro a tres meses en Estados Unidos han pasado de ofrecer un rendimiento por debajo del 1% hace tan solo un año a un 2,13% actual. ¿Y qué están haciendo los grandes fondos de pensiones de empleo para protegerse contra el alza de tipos o una mayor volatilidad? Pues incorporar activos reales que generan ingresos recurrentes, como bienes inmuebles o inversión en infraestructuras. Muchos ya los consideran como los nuevos bonos, que ayudan a mejorar el retorno y reducen el riesgo global de las carteras.

 

Josep Maria Pon, CIIA
Director de Renta Fija y AMM de Crèdit Andorrà Asset Management

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