
Mientras la COVID-19 golpeaba al planeta y llevaba la economía a una parálisis casi total, la volatilidad de los mercados de divisas se disparó. El euro alcanzó un máximo de 1,1495 a principios de marzo, cuando la Reserva Federal redujo los tipos oficiales y los mercados descontaron nuevos recortes.
Sin embargo, durante la última semana de marzo el dólar recuperó todo el terreno perdido y más, ya que se disparó la demanda de activos refugio y las empresas trataron de compensar el impacto de los cierres sobre sus ingresos. Esto derivó en una escasez de dólares que afectó sobre todo a los mercados emergentes.
La Reserva Federal respondió permitiendo a los bancos centrales y a las organizaciones internacionales intercambiar sus bonos del Tesoro americano depositados en la Reserva por dólares estadounidenses. A nivel internacional, la Reserva Federal abrió líneas de swap con varios bancos centrales, lo que redujo las tensiones de liquidez. El dólar se debilitó ligeramente, pero su condición de activo refugio hizo que se mantuviera entre el 1,08 y el 1,12.
Cuando todo se normalice, el euro volverá a recuperar fuerza. El dólar sigue siendo caro y el factor que impulsó su fortalecimiento en 2018-2019 fue el diferencial de tasa de interés. Los inversores prestaban en euros y adquirían dólares para obtener un mayor rendimiento. Con la reducción del tipo de interés de la Reserva Federal a cero y la inyección de grandes cantidades de liquidez en los mercados, esta ventaja se ha visto mermada.
Cuando los mercados superen los devastadores datos económicos y descuenten la recuperación y el repunte de los activos de riesgo, el euro debería recuperarse.