
Llega el verano. Tocan maletas, piscina, mucho sol y algún helado que otro. Pero, sobre todo, dejar atrás preocupaciones y recargar pilas con un merecido descanso. Desgraciadamente, los mercados financieros no se van de vacaciones (quien los inventase fue un tanto desconsiderado, tampoco hubiera pasado nada por cerrarlos un par de semanitas).
Suelen ser meses movidos. A medida que se retira la liquidez, las noticias tienen mayor impacto (es como circular con un coche al que le han quitado los amortiguadores; los baches son los mismos, pero se notan mucho más). No ayuda tampoco la proliferación de los algoritmos, responsables de una parte cada vez más sustancial de los volúmenes ejecutados y que deciden según reglas preconcebidas que no tienen para nada en cuenta si las playas rebosan de gente o no. Añádan a la pócima unos cuantos tuits de Trump o el interminable culebrón sobre el Brexit, y es probable que nos cueste concentrarnos en leer lo que realmente nos interesa en esta época del año (a saber, dónde veranean los famosos de turno y a quién va a fichar nuestro club de fútbol).
A nuestro entender, el mejor remedio es construir una cartera equilibrada (sea verano o no, por otro lado). Una parte de esta debe servir para resistir los envites de la previsible volatilidad. Pero no debemos asumir que de aquí en adelante solo puede ir a peor. Primero porque partimos de niveles de pesimismo elevados (suele ser un buen indicador para ser más atrevidos). La economía, si bien desacelera, sigue siendo sólida, sobre todo en el sector servicios, que es al final el grueso de ella (mucha de la debilidad que observamos queda restringida al sector industrial, probablemente por la incertidumbre generada por Trump).
El presidente americano debe afrontar la reelección en unos meses con las encuestas en contra. Como a China, les interesa llegar a un acuerdo. Pero, ante todo, no debemos olvidar que los bancos centrales se han puesto en modo pausa, e incluso prometen directamente más estímulos. Eso sería muy mala señal si estuviésemos cerca de una recesión, algo que a nuestro entender queda aún lejano. En nuestra profesión nos encantan los acrónimos: no olviden el TINA (there is no alternative).
Con tipos de interés bajísimos, y fundamentales aún sólidos, no debiéramos ignorar a los activos de riesgo. Eso sí, de forma compensada. Es la mejor manera de tomarse ese merecido helado tranquilos. Si las bolsas suben, sabrán que su dinero sigue trabajando para ustedes. Y si hay curvas, que la parte de la cartera que tienen en activos más defensivos pueda ser usada para compras a precios que seguro nos den alegrías a futuro.
Artículo publicado en “Rankia Pro”, edición de junio 2019