
Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, publicó en 2011 La década de América Latina y el Caribe: una oportunidad real. En este bienintencionado informe presentaba una serie de motivos por los que los diez años que acaban de terminar supondrían el despegue definitivo de la región en el plano económico, social e institucional.
El inicio fue esperanzador, con un crecimiento para la región del 5,9% en 2010. Poco duró la alegría: a partir de 2013 el avance medio apenas alcanzó el 0,8%, si bien con importantes diferencias entre países. Lo que sí ha sido un denominador común es que las desigualdades sociales apenas han disminuido, con un decepcionante aumento de la clase media y un índice de pobreza estimado por la ONU del 31% muy cerca de 2010.
El descontento social se ha manifestado en los últimos meses en forma de fuertes protestas en una docena de países de la región, incluyendo Ecuador, Colombia, Argentina, Nicaragua o Chile. Este último es el caso más llamativo, si tenemos en cuenta que el país andino ha liderado el continente en términos de crecimiento económico y ha supuesto para muchos un espejo donde mirarse en los últimos años. Si bien no estamos ante otra “década perdida” como la de los 80 del siglo pasado, Moreno fue demasiado optimista.
América Latina ha visto revisadas a la baja las expectativas de crecimiento para 2020, en medio de un clima de descontento reflejado en importantes protestas a lo largo y ancho de la región.
Nuestras perspectivas para los principales países de la región son diversas para el próximo año. Comenzamos con Brasil, el gigante de la región es nuestro favorito. Tras las pensiones, las reformas fiscales e institucionales muestran avances y favorecen el apetito inversor. Las medidas tomadas por el ejecutivo han conseguido reducir el déficit fiscal hasta el 5,7% del PIB. El banco central recortó la tasa Selic 50 puntos básicos, hasta el 4,5%. Todo ello ha servido para dinamizar y estimular una economía que venía estancada. El CDS, o seguro contra impago, de Brasil cayó a niveles inferiores a los 100 puntos, lo que demuestra la confianza de los inversores en la marcha de la economía carioca.
En México, pese al tono menos combativo del presidente López Obrador, las dudas sobre su mandato son todavía mayores que las certezas. El FMI pronostica un crecimiento del país del 1,3% en 2020, la inflación se ha desacelerado y la actividad económica sigue débil, lo que ha hecho que el Banco Central de México continúe su política expansiva, traducida en mayores recortes de la tasa de referencia (7,25% actual para una rebaja total de 100 puntos en 2019).
Los bancos centrales se han unido a la tendencia global de expansión monetaria
En cuanto a Chile, pese a que la economía se sustenta en instituciones sólidas, las protestas han hecho mella en todos los ámbitos: el peso está fuertemente devaluado, el índice de actividad económica cayó en octubre un 3,4% interanual y se espera que el de noviembre lo haya hecho entre el 6% y el 7%. Tanto la producción industrial como el consumo se están viendo fuertemente afectados, con lo que infraponderamos el país andino.
En la misma línea, no encontramos atractivo Colombia en las actuales circunstancias de inestabilidad social e institucional. La divisa se ha recuperado durante diciembre tras tocar mínimos históricos de 3.500 pesos por dólar. Mantenemos una posición neutral sobre Perú, a la espera de las elecciones generales que tendrán lugar el próximo 26 de enero, mientras que no cambia la perspectiva negativa sobre Argentina, con prácticamente todos los indicadores económicos en terreno contractivo.
Latinoamérica se enfrenta a importantes desafíos para los próximos años. A la exigencia de transformar el modelo productivo hacia una mayor apertura, diversificación e innovación para elevar la productividad, hay que añadir la necesidad de compaginarlo con el apoyo de una sociedad cada día menos paciente con una clase política que en muchos casos no ha estado a la altura de las circunstancias.